La sostenibilidad como horizonte al que dirigirnos

6 mayo, 2021
sostenibilidad

La sostenibilidad desde la responsabilidad social y la economía circular es primer diálogo del Ciclo Retos, una iniciativa de la Red Territorial de la UOC, que tiene como objetivo reflexionar sobre los retos que las organizaciones, la educación, la economía y la sociedad en conjunto tendrán que afrontar en los próximos años, desde una perspectiva que incorpore el valor de las experiencias, los puntos de vista y las realidades locales.

La situación creada por la pandemia ha supuesto un terremoto a nivel económico y social en todo el mundo. Pero también ha servido para replantearnos ideas que parecían indiscutibles y acelerar cambios estructurales.

La cuestión que pretende abordar el Ciclo Retos, tal y como explicó en la presentación Alfred Charques –Delegado Territorial de la UOC–, es si debemos reconstruir el modelo anterior o si aprovechamos para construir un paradigma de futuro diferente.

Este primer diálogo estuvo dedicado a la sostenibilidad y participaron en él August Corrons, director del Máster Universitario en Responsabilidad Social Corporativa de la UOC, y David Zabala, Director General de la Fundación Naturklima. Contó con la colaboración de Impact Hub Donostia y lo presentó la periodista de ETB, Vanessa Sánchez.

webinar ciclo Retos sostenibilidad

El diálogo completo puede verse aquí.

Efectos de la pandemia

La pandemia, empezó contando August Corrons, ha puesto de manifiesto muchos de los problemas que tenemos como nuestra dependencia excesiva del crecimiento económico, los altos niveles de desigualdad –tanto de riqueza como de género–, la falta de coordinación entre países y entidades, la falta de inversión en sanidad e investigación, nuestra excesiva dependencia de las empresas y la búsqueda constante de resultados a corto plazo, la falta de datos y estadísticas que permitan definir una política eficaz, etcétera.

Según David Zabala, la pandemia ha sido un mazazo para las empresas y lo mismo ha pasado con los recursos, algo que hemos visto en cosas tan básicas como la falta mascarillas o de papel higiénico. Ese momento resultó clave para darnos cuenta de lo vulnerables que somos y que debemos replantearnos el modelo económico y social. La pandemia, en este sentido, ha sido un acelerador del cambio.

¿Qué es la responsabilidad social corporativa?

Responsabilidad social, sostenibilidad o desarrollo sostenible son conceptos intercambiables, tal y como aseguró Corrons. Todos ellos se refieren al compromiso que adquiere una empresa para tener en cuenta los impactos que genera y los recursos que utiliza en estos cinco ámbitos: económico, ambiental, social, laboral y de buen gobierno. Dicha responsabilidad debe ser integral e integrada. Es decir, debe afectar a todas las áreas, todas las etapas y todos los procesos dentro de la empresa.

Zabala, por su parte, se mostró partidario de que la responsabilidad social fuera mucho más allá de determinadas acciones filantrópicas o de un departamento aislado de la empresa. La responsabilidad social implica que las empresas no solo deben aportar valor a sus accionistas, sino también a todos los grupos de interés, y se debe desarrollar una estrategia concreta para cada uno de ellos: trabajadores, clientes, proveedores, la sociedad en general y el planeta.

Nuestro poder como consumidores

Según Corrons, antes ser sostenible marcaba una diferencia respecto a la competencia. Ahora la responsabilidad social es ya una exigencia. Las grandes empresas que no sean sostenibles no tendrán salida porque los clientes miran mucho lo que compran, cómo se ha fabricado, con qué materiales, en qué condiciones… Diversos estudios demuestran que los clientes están dispuestos a pagar más si se garantizan una serie de condiciones que tienen que ver con la responsabilidad social.

Zabala habló de tres grandes motores del cambio: la normativa, las tendencias de consumo y las empresas con grandes cadenas de valor, que fuerzan a sus proveedores para que giren también hacia la sostenibilidad. De las tres, la más poderosa es nuestro poder como consumidores porque, tal y como suele decirse, cada vez que compramos estamos votando por el mundo que queremos.

¿Sanciones o incentivos para el cambio?

Zabala se mostró partidario de diseñar incentivos para que las empresas apuesten por la sostenibilidad, aunque reconoció que ambas herramientas son necesarias y que muchas veces lo más rápido es recurrir a la normativa. El peligro, en este último caso, es el de crear una legislación muy difícil de cumplir y a la que solo las grandes empresas puedan adaptarse.

También Corrons considera que la clave para que el mundo sea cada vez más sostenible pasa por encontrar el equilibrio entre los incentivos y las sanciones. Aunque hay que tener muy presentes las necesidades concretas de cada momento, especialmente en épocas de crisis, como la actual, cuando la prioridad de muchas empresas es pagar las nóminas, y eso limita o impide tomar todas las medidas que querrían.

Pequeñas o grandes empresas, ¿cuáles son más sostenibles?

Las grandes empresas, según Zabala, pueden permitirse tener un departamento de responsabilidad social y una pyme no, pero eso no quiere decir que no puedan hacer otras cosas. El objetivo es ir avanzando y ser cada día un poco más sostenible. El primer paso para ello es saber en qué situación estamos. Las pymes pueden apoyarse en las instituciones que las ayudan o en pequeñas consultoras para saber qué impacto tiene su empresa y qué medidas pueden tomar. Pero sin abrumarse.

Corrons destacó algunos aspectos que no necesitan de un gran presupuesto y que contribuyen a que las empresas sean más sostenibles, como comprar de forma más responsable, innovar en procesos, la gestión de la diversidad referida a los recursos humanos o la conciliación de la vida familiar. Incluso desde un punto de vista egoísta, pueden implicar un retorno para la empresa, una mejor imagen de marca, ayudar a captar talento o a fidelizar a los consumidores. La sostenibilidad, en definitiva, acaba resultando positiva para el planeta, para la sociedad y para la propia empresa.

¿Es posible o deseable un crecimiento perpetuo?

¿El objetivo debe ser el crecimiento o el crecimiento se trata más bien de una herramienta para garantizar una serie de condiciones como el cumplimiento de los derechos humanos?, se preguntó Corrons. Porque, según afirmó, el resultado de exigir un crecimiento constate lo estamos viendo. El problema es que quien más puede hacer para cambiar el sistema es quien menos interés tiene en que se produzca ese cambio. Frente a ello, recordó la importancia de las iniciativas de base y del activismo para buscar un nuevo paradigma partiendo de pequeñas medidas.

Zabala prefirió hablar de desarrollo antes que de crecimiento, porque tendemos a ver el crecimiento como algo siempre positivo y muchas veces el precio que otros pagan por él –trabajadores, proveedores, medioambiente…– es muy alto. El problema, en todo caso, es determinar cómo medimos ese desarrollo y qué indicadores tenemos en cuenta.

¿Cómo podemos evitar que los productos sostenibles sean más caros?

Corrons reconoció la existencia de este sobrecoste, pero aseguró que terminará por reducirse cuando crezca el consumo de este tipo de productos y las empresas se muestren más competitivas. Otra opción que mencionó, en el ámbito de las sanciones, es la de penalizar o gravar a aquellas empresas que trabajan con determinadas materias primas, que no tratan de forma adecuada a los trabajadores, etcétera

Zabala, en cambio, a la hora de reducir estos precios, se mostró partidario de favorecer la producción local y la reindustrialización de sectores que se han ido perdiendo. De esta manera, no solo ahorraríamos desde un punto de vista económico, sino también del impacto ecológico.

¿Qué papel tiene que desempeñar la universidad en este proceso?

Corrons distinguió tres grandes líneas de actuación para favorecer la sostenibilidad por parte de la universidad. La primera es la docencia, porque a través del aprendizaje podemos fomentar que los estudiantes trabajen una serie de competencias relacionadas con el medioambiente, el fomento de la diversidad, las decisiones éticas y sostenibles, etcétera. La segunda tendría que ver con la investigación para lograr todo ese conocimiento relacionado con estos temas que aún nos falta.

Por último, está la transferencia o la colaboración con empresas para que el conocimiento no se quede en la universidad y toda la sociedad pueda beneficiarse de él mediante la realización de prácticas, y los convenios o proyectos colaborativos con las empresas. Sin olvidar que la universidad es una organización más y, por lo tanto, también debe ser socialmente responsable.

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