La política económica en busca de un «centro di gravità permanente»

31 mayo, 2021
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Sirva el título como pequeño homenaje a Franco Battiato, un músico único, diferente e innovador, bien conocido por los boomers que ahora friso para recibir un par de pinchazos de la ansiada vacuna. Con indicios tempranos y solventes de reactivación económica, empezamos a ser conscientes de que la poción mágica de la vacunación nos permitirá recobrar fuerzas y vislumbrar senderos y caminos bastante más favorables, que se harán mucho más evidentes a medida que remitan las medidas restrictivas de la movilidad.

Nos podemos sentir satisfechos por la eficacia de los impulsos fiscales adoptados a troche y moche, por unos y otros, a la hora de mitigar las consecuencias de la pandemia en el sistema productivo y el mercado laboral. Lejos parecen las agrias disputas entre economistas hacia la respuesta más adecuada a la crisis hipotecaria y financiera. Pero de la necesidad se hace virtud y los consensos siempre parecen más factibles cuando el agua llega incluso a los cuellos más turgentes y estirados.

Pero la actitud satisfecha por el trabajo bien hecho, que pronto emergerá en nuestros responsables políticos y económicos, no debería conducir a disposiciones conformistas y engreída, porque la recuperación económica ya se hará notar desde este mismo trimestre de primavera y probablemente será más impetuosa de lo que se espera, pero poco tardará en evidenciarse su carácter asimétrico.

Cabe recordar que, a diferencia de lo que a menudo se piensa, el centro de gravedad no es intrínseco a los cuerpos, sino que depende del campo gravitatorio donde éstos se encuentran. Y la economía global se sitúa en una órbita altamente inestable. Harían bien los responsables de las estrategias y acciones de la política económica de tener presente el dicho que el sastre que no sabe hacer un nudo dos o más veces, cose. Y hay aún mucha ropa que zurcir.

Diferentes elementos pueden perturbar y poner en riesgo el movimiento orbital propulsado por el tridente distancia social, mascarilla y vacuna. Citemos unos cuantos.

En riesgo la incipiente estabilidad financiera

Las principales economías del planeta han perdido sincronía, resultado de la distinta respuesta a las crisis financiera y sanitaria. Los Estados Unidos y la Eurozona recibieron herencias similares, pero las gestionaron de forma muy diferente. La economía norteamericana anda muy a la avanzada, empujada por una larga temporada de políticas económicas expansivas y una vacunación sin vacilaciones. Cuando Europa finalmente abandona el rigor mortis y da un paso cauteloso hacia el carpe diem, soplan vientos atlánticos que llevan rumor de inflación y amenazan pespuntes a los tipos de interés. Impulsos fiscales y monetarios continuados mejoran actividad, rentas y empleo hasta el límite en que topan con la escasez y encarecimiento de los recursos. Y la llama encendida por el reciente Plan Biden no es poco. ¿Se acabará pronto la laxitud monetaria de la Reserva Federal?

Muchos lo temen. Así, mientras los mercados de renta variable continúan la escalada, impulsados ​​por la mejora de los resultados empresariales, los mercados de deuda pública retroceden. Es consecuencia de optar preferentemente por activos muy a corto plazo en espera de invertir más adelante en activos con mayor rendimiento.

Esta divergencia de mercados necesariamente será temporal y el ajuste vendrá finalmente por la corrección de la bolsa estadounidense o bien por la recuperación del mercado de bonos si las expectativas de inflación no se confirman. Europa no debería sufrir un riesgo similar porque estamos todavía muy lejos de una situación de sobrecalentamiento. Pero la globalización financiera induce efectos de contagio entre mercados financieros y cuando Wall Street toque retirada en notaremos los efectos.

Nada de esto sería demasiado preocupante si no fuera porque hay algunos indicios que ponen en riesgo la estabilidad financiera. A medida que los efectos de la pandemia se contenían y la percepción de los mercados era más favorable, se ha detectado un creciente cambio de comportamiento en las decisiones de inversión de los ahorros generados. No por parte de unas economías familiares castigadas por la vulnerabilidad laboral que optan por comportamientos más cautos, aumentando depósitos más que ampliando posiciones en fondos de inversión. En cambio, se detecta una creciente inversión en activos de mayor riesgo y peor rating por parte de compañías de seguros, algunas entidades bancarias y sociedades gestoras de fondos de cobertura, pensiones e inversión colectiva. Aviso a navegantes, porque aumentos continuados del mercado de valores generan efectos riqueza que una vez se revierten dejan un reguero de damnificados por el camino.

Hay que transformar el sistema productivo, haciéndolo más digital, más inmaterial, más generador de valor y más eficiente mientras al mismo tiempo se hace una transición energética y ecológica definitiva que haga en el futuro el progreso social menos dependiendo del dinamismo económico.

Impulso de un crecimiento económico sostenido

Esta mayor vulnerabilidad se manifiesta también en el sistema productivo. Durante la pandemia, el nivel de apalancamiento financiero (comparación entre deudas y recursos propios) se ha mantenido estable en las grandes empresas dominantes en los mercados, pero ha aumentado sensiblemente en el caso de la mayor parte del tejido empresarial. Es muy significativo que, a medida que se va recuperando actividad económica, se ponga de manifiesto una creciente concentración de mercado. Las empresas líderes ganan cuota y poder, con capacidad de influir sobre precios y decisiones de producción e inversión. Esta regresión en el nivel de competencia se ve agravada por algunos procesos de fusiones y absorciones empresariales recientes. La persistencia de la crisis sanitaria y de las medidas restrictivas a la actividad hace que un grupo apreciable de empresas subsistan por la vía de las suspensiones de empleo y unas ayudas directas que, pese a ser limitados, son suficientes para atender la carga financiera los créditos. Se calcula que este colectivo de empresas zombies podría llegar a ser entre el 8 y el 12% del tejido empresarial y que pasará a mejor vida cuando las ayudas públicas se retiren y las insolvencias emergen. El paisaje de negocios, marcas y colores será diferente cuando la inmunidad al virus se corrobore y encontramos lo cotidiano.

Muchas voces alertan de los niveles históricos alcanzados por el endeudamiento público. Pero la sostenibilidad no depende de la cantidad de deuda sino de su coste. Y, en las circunstancias actuales, malas nuevas hay que dar a los adoradores del decrecimiento. Sin perspectivas de un finiquito generoso y masivo, si se quiere hacer sostenible la deuda, hay que impulsar un crecimiento económico sostenido aprovechando el margen disponible que temporalmente nos ofrecen las políticas monetarias laxas impulsadas por los principales bancos centrales. Por ello es indispensable utilizar sabiamente, basándose en la búsqueda del mejor rendimiento económico y social, las inversiones que han de venir financiadas con los fondos procedentes del programa Next Generation. Hay que transformar el sistema productivo, haciéndolo más digital, más inmaterial, más generador de valor y más eficiente mientras al mismo tiempo se hace una transición energética y ecológica definitiva que haga en el futuro el progreso social menos dependiendo del dinamismo económico. No es en la búsqueda de proyectos emblemáticos donde hay que poner la mirada y el dinero, sino en garantizar que todo el sistema productivo sabe hacer mucho mejor lo que ahora ya hace bien. La difusión tecnológica es esencial para el cambio de modelo productivo.

Reactivación económica y nuevas oportunidades laborales

La pandemia refuerza tendencias existentes. Y el mercado laboral hace tiempo que siente los efectos de la nueva ola de revolución tecnológica digital que polariza las oportunidades de empleo y agrava la desigualdad salarial. Mientras una parte todavía apreciable del empleo se encuentra en situación de suspensión temporal de empleo, más de la mitad de los nuevos trabajos creados están ocupados por titulados universitarios, a la vez que se va destruyendo otro empleo, un proceso intenso de reestructuración aderezado por la presentación recurrente de expedientes de regulación, que afecta perfiles profesionales muy diferentes. Los cambios en las condiciones de mercado, en la regulación o en la organización de la producción están determinando unas salidas del mercado laboral que tienen de denominador común el trayecto inexorable hacia una creciente digitalización.

Muy pronto y apresuradamente, los datos macroeconómicos se vestirán de verde y el sentimiento general girará hacia el optimismo con la mejora de muchos indicadores económicos. Vamos bien y vamos mejor. La recuperación de la actividad económica y la creciente movilidad de personas y mercancías beneficiará el mercado laboral, pero su influencia se dejará sentir con parsimonia y carácter fragmentario. Las tecnologías emergentes crean oportunidades laborales, pero requieren el aprendizaje de nuevos conocimientos y habilidades para hacerlas complementarias del trabajo humano y poder dar lugar a nuevos empleos. El crecimiento económico per se no garantizará la recuperación de todos los trabajos perdidos.

Un buen uso de los fondos de reactivación, la defensa de la competencia, el fomento de la ciencia, la innovación, la educación, la formación a lo largo de la vida y en el lugar de trabajo, la lucha contra la segmentación laboral y la pobreza, la transición energética y la protección medioambiental y la regulación, supervisión y vigilancia de los mercados financieros deberán estar presentes en la agenda de los principales responsables políticos. Una vez acertada la tecla de las políticas de demanda, más temprano que tarde conviene apretar las piezas y mecanismos de las políticas de regulación y oferta que garanticen un funcionamiento más adecuado de los mercados y promuevan una distribución más equitativa de la renta.

Buena música y larga vida pues el policy-maker en su búsqueda de un centro gravitatorio más estable. Mientras tanto, tal como diría el trovador, voglio vederti danzare.

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Autor / Autora
Profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC). Experto en economía internacional, política económica y geografía económica.
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