Al profesor Jorge Wagensberg

8 marzo, 2018

EMPRESA – Artículo publicado a 8 de Marzo de 2018.


El pasado sábado día 3 de marzo moría Jorge Wagensberg. Físico y museógrafo, fue el primer director del Museo de la Ciencia de Barcelona, que posteriormente se convirtió en el actual CosmoCaixa. Un museo de referencia en el mundo. En la actualidad estaba a cargo del proyecto del Hermitage, también en la ciudad de Barcelona.


El objetivo de este breve artículo es realizar un homenaje a una persona que me ha marcado profundamente. En los últimos años he asistido a alguna de sus presentaciones y charlas pero nunca tuve la fortuna de conocerlo personalmente y hablar con él aunque fuera brevemente. Ahora me arrepiento de no haberlo hecho. A partir de esas breves experiencias, puedo decir que lo conocí un poco, poquísimo, a partir de mis percepciones como asistente de esas charlas. Como profesor y como alguien que está acostumbrado también a hablar en público todos sabemos que el estar delante de un grupo de personas, científicos, estudiantes, políticos, supone a menudo realizar una breve representación teatral. De hecho es más importante el cómo se dicen las cosas que las cosas en sí mismas. El profesor Wagensberg tenía ese don, por muy complejo que fuera aquello que quería explicar siempre era capaz de encontrar aquella manera que enganchara a aquellos no expertos, y con el profesor yo siempre era uno de esos «no expertos» que se quedaban cautivados con sus expresiones, su manera de hablar y sus silencios, y sobre todo por la chispa que desprendía con su mirada. Una mirada que traspasaba, al menos a mí me lo parecía.

Jorge Wagensber en 2015, por Gianluca Battista. Fuente: El País

Muchas de las personas que lo han conocido a lo largo de su vida coinciden en resaltar tres aspectos de su personalidad, tal como refleja el periodista Miguel Aguilar: el primero era su inteligencia y su capacidad para absorber conocimientos científicos, combinarlos y ser capaz de presentarlos para un público no experto. Yo puedo dar fe de ello como asistente a sus conferencias. El profesor Wagensberg era una persona que era capaz de ilusionar en sus proyectos, y lo hacía con sus palabras y sus silencios.  El segundo hace referencia a su curiosidad, una curiosidad innata que no se rendía ante nada y  que combinada con su inteligencia era el germen de todos los libros que escribió a lo largo de su vida. El tercer elemento, su gran sentido de humor. Los tres elementos conforman una mezcla explosiva.

Seguramente en algún universo paralelo hubiéramos podido encontrarnos y a lo mejor, en una de esas probabilidades infinitesimales hubiera podido ser mi mentor y a lo mejor yo hubiera sido un buen discípulo, de los que siempre están dispuestos a aprender y a crear cosas nuevas y buenas para el mundo. El profesor Wagensberg era capaz de sintetizar la realidad, la compleja realidad en frases cortas, lo que el llamaba sus aforismos. Uno de mis preferidos es el siguiente:

La innovación requiere tres cosas: tener una idea buena (uno), darse cuenta de que lo es (dos) y convencer de ello a los demás (y tres)… y casi nunca es una misma persona la que logra las tres.”

Como persona y profesional volcado en la innovación pienso  que es una de las frases breves más agudas que yo haya leído jamás. El tener buenas ideas, ideas innovadoras requiere muchísimas cosas: un análisis del entorno, de la realidad, de las necesidades, de mercados, sectores, productos y personas. Yo que siempre he sido un «somiatruites» con esa frase me  di cuenta que la auténtica innovación requiere de la colaboración. Otras personas, otros creadores, otra visión, otra percepción es siempre necesaria para darle el mejor uso a una idea; y sí, saber comunicarlo requiere de otra dosis de habilidades que a menudo los que tienen la primera y la segunda no suelen tener.

Ser una estrella tiene esas cosas, mientras te apagas puedes llegar a ser una supernova y brillar con una luz sensacionalmente intensa. Como en la película Blade Runner, «la luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo». Pese a lo inevitable de la muerte, ésta llega pronto, demasiado pronto.

No querría finalizar este breve escrito sin hacer referencia a otra idea. Una idea que me ha marcado, y no me importa repetirlo otra vez, me ha marcado profundamente, y es la idea de «círculo virtuoso». El profesor Wagensberg publicó su ensayo «Ideas sobre la complejidad del mundo» el año 1985 y cuando lo leí, sus reflexiones me ayudaron a entender el mundo, y también a entender como se produce la innovación, como se producen los cambios y como se puede cambiar el mundo con esos cambios, porque como el profesor, yo también quiero cambiar el mundo con la ciencia, con la innovación y con la colaboración.

¿Cómo empieza la elaboración del conocimiento?, se inicia cuando el ser humano reconoce su entorno y tiene la inquietud de descubrir la realidad, los secretos de la naturaleza y las leyes que hacen que así pasen las cosas. El profesor Wagensberg ya apunta que los humanos hemos apelado a diferentes soluciones a esa pregunta: la religión, la filosofía pero también la ciencia nos ayudan a encontrar esas respuestas. En ese ensayo nos habla de los conceptos de  círculo vicioso y círculo virtuoso como manera justamente de avanzar en conseguir esas respuestas que tanta falta nos hacen.

El círculo vicioso es el que se inicia y termina en el mismo sitio. Exactamente en el mismo sitio. El desplazamiento puede ser rápido o increíblemente lento, puede ser traumático o casi inapreciable. Sin embargo el resultado es siempre el mismo. Al final nos encontramos en la situación inicial, y lo que es más grave, habiendo consumido tiempo, un tiempo precioso para el que quiere cambiar el mundo y tiene prisa, mucha prisa.

Sin embargo el círculo virtuoso nunca se cierra, es aquel donde el inicio y el final no se produce en el mismo lugar. El punto de llegada se alcanza después de un desplazamiento, un periplo, un viaje más o menos largo, y, lo que es más importante, el punto final se convierte en el inicio de otro círculo ligeramente desplazado, en una trayectoria que podría definirse como espiral o helicoidal.

El concepto de círculo virtuoso, parece un concepto para alcanzar el cambio de una forma mecánica, pero nada más lejos que eso, se puede utilizar en el sentido moral de la palabra virtuoso, como sinónimo de ética o de responsabilidad. La ciencia y la vida deben avanzar, con ética, con colaboración, con responsabilidad. Siempre.

En ese mundo paralelo habríamos hablado de esas cosas, habría escuchado con mucha atención, sus palabras y sus silencios, buscando respuestas, y recordaría algunos de sus aforismos, porque la respuesta no lo es todo o al menos no debería serlo en todo momento. Cuando con sus sabias palabras me dijera: «Cambiar de respuesta es evolución, cambiar de pregunta es revolución«.

Que la tierra te sea leve maestro.

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Autor / Autora
Doctor en Administración y Dirección de Empresas por la Universidad de Barcelona. Profesor y Vicedirector de Programas Emergentes de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
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