Efectos de la COVID-19 en el Turismo (4): ¿el fin del bajo coste?

21 julio, 2020
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En el año 2014 publiqué un artículo periodístico recogido exactamente bajo el mismo título entre interrogantes (1). En aquel texto defendía la tesis de que tras la eclosión de las denominadas compañías aéreas de bajo coste a finales del siglo pasado, se evolucionaba hacia “un escenario en el que las estrategias de vuelos de corta y media distancia en Europa tenderían a equilibrarse hacia un punto medio entre los extremos que representaban las antiguas estructuras de las compañías aéreas de bandera -caso de Iberia- y las líneas aéreas que han llevado al extremo la cultura del bajo coste -caso de Ryanair-”. Hablaba en aquel contexto de un proceso de “reinterpretación del bajo coste, desde el momento en el que buena parte de sus principios básicos han sido asimilados por el sistema de transporte aéreo, un proceso que va más allá del turismo y tiene claros paralelismos en industrias también internacionalizadas y muy sensibles al factor precio, como la textil, la gran distribución… e incluso la del mueble con la irrupción de Ikea”. El caso de la evolución de Easyjet, paradigma en su día del bajo coste más agresivo, hacia posiciones estratégicamente más “equilibradas” es, en este sentido, una muestra emblemática.

Seis años después, en el análisis sobre los efectos de la Covid-19 en el turismo se reactiva el debate sobre el concepto de bajo coste. Diversos especialistas han anunciado con cierta rotundidad el fin de este modelo turístico que tiene como eje un transporte aéreo asequible. No faltan argumentos lógicos para defender esta tesis en la actual coyuntura. Desde la parálisis casi total del transporte aéreo comercial internacional, que amenaza la continuidad de muchas compañías, hasta la implementación de medidas de control sanitario que podrían limitar la capacidad operativa de los aviones y añadir protocolos de acceso a las aeronaves, incrementando los procedimientos de seguridad (con sus costes asociados) a los ya existentes desde el 11-S de 2001. Todo ello, según esta visión, repercutiría de manera negativa en las finanzas de un sector que para afrontar esta situación de crisis se vería obligado a aumentar los precios de sus vuelos, poniendo fin a la era del bajo coste.

En los anteriores artículos de esta serie dedicada a los efectos de la COVID-19 en el turismo (2) (3) (4), ya se ha constatado que los análisis que se pueden hacer en este contexto están muy limitados por un factor clave: el grado de incertidumbre existente. Una limitación que, aún en fase de “nueva normalidad” sigue plenamente vigente ante las advertencias de los expertos en salud sobre los riesgos reales de un rebrote del virus, en función de su intensidad, de consecuencias económicas imprevisibles. La evidencia de brotes como los registrados en Lleida y Barcelona, ponen de manifiesto la gravedad de la amenaza y sus efectos disuasorios sobre el turismo. Como hemos reiterado en los referidos textos anteriores, solo la vacuna y/o una medicación que reduzca drásticamente los graves efectos del virus pueden proporcionar una cierta estabilidad que garanticen análisis más precisos y la definición de estrategias tanto de instituciones como de empresas. Entre tanto, como hacemos aquí, solo es factible valorar los factores que pueden influir en los distintos escenarios de futuro posibles.

Las chárter, en el origen del bajo coste aéreo

Al analizar la aplicación de las técnicas del bajo coste en turismo, es necesaria una primera consideración. Se asocia este concepto a la expansión de las denominadas low cost, con los casos paradigmáticos de Ryanair y EasyJet. Ciertamente ambas compañías han jugado un papel decisivo en la reconfiguración de la noción del viaje asequible en los 25 últimos años. Pero, el origen de la idea moderna de vacaciones económicas se remonta a la segunda mitad del siglo XX con la irrupción de los turoperadores europeos y sus estandarizados (y masificados) paquetes turísticos. Las compañías aéreas charter que operaban en el marco de estos grupos ya aplicaban eficientes técnicas de bajo coste para volar. Pero este precio tan económico estaba integrado en un paquete y por ello pasaba desapercibido. La gran aportación de organizaciones como Ryanair o EasyJet a finales del siglo pasado fue su capacidad para desagregar del paquete turístico, y comercializar de forma independiente y eficiente, el billete de avión. Para volar de forma económica ya no era necesario adquirir un conjunto integrado de servicios preferentemente para un destino de sol y playa. A partir de las nuevas posibilidades que ofrecía internet, Ryanair o EasyJet rompieron con el esquema clásico de la comercialización del paquete turístico, ofreciendo vuelos entre las principales ciudades europeas a precios increíblemente baratos, alterando de forma significativa los modelos turísticos de distintos destinos urbanos.

Los expertos en transporte aéreo internacional, caso del profesor de la UOC Pere SuauSánchez (5), señalan que la parálisis provocada por la COVID-19 en el sector y sus consecuencias no tiene precedentes. En este contexto de inevitable reestructuración del sector y sus empresas, anticipan un escenario con posibles procesos de consolidación que pueden provocar la desaparición de algunas compañías y la fusión de otras. Intentar anticipar el período de recuperación de la actividad es un ejercicio arriesgado, dada la incertidumbre que generan los vigentes brotes del virus.  Pero el formato de la progresiva desescalada del confinamiento en Europa, sí hace prever que la reactivación se inicie en vuelos de corta o media distancia, mercado natural de las compañías de bajo coste. Contrariamente, lógicamente, las previsiones son más complejas para las compañías en red especializadas en los vuelos de larga distancia.

Una estructura de mercado heterogénea

Otro de los elementos clave de este debate sobre el concepto de bajo coste en turismo en la coyuntura actual es el relativo a los efectos de la crisis en el consumo. A los problemas, entre otros, financieros de la oferta se sumaría una crisis de demanda derivada de la drástica pérdida del poder adquisitivo de la ciudadanía. El planteamiento es correcto, pero nuevamente requiere consideraciones. Primero, para reiterar que la intensidad de la crisis aún está por determinar (en función, como decíamos, del grado de riesgo vigente de brotes del virus).  En segundo lugar, para destacar que la estructura del mercado turístico no es homogénea y por lo tanto tampoco puede serlo su análisis. En Europa, donde centramos este artículo, el impacto del virus está siendo especialmente dramático (por número de fallecimientos y contagios) en España, Italia, Francia o el Reino Unido. No es casualidad que sea en estos territorios donde se prevea que las consecuencias de la crisis económica sean también más trágicas, con un incremento sustancial de la deuda pública y graves efectos, por ejemplo, sobre el mercado laboral a medio plazo. Desde la perspectiva turística es especialmente relevante el caso del Reino Unido, uno de los principales mercados emisores europeos, donde la incertidumbre también generada por el Brexit puede acentuar todavía más la gravedad de su situación. Un escenario en el que el presupuesto de las familias para viajes se ve seriamente amenazado. Pero en mercados emisores fundamentales para los destinos turísticos europeos como el de los Países Bajos, los nórdicos o, especialmente el alemán, la crisis económica (con la información disponible hoy a la expectativa ante el riesgo de nuevos brotes) no se prevé tan intensa. Incluso, el afectado mercado francés puede reactivarse parcialmente en destinos de proximidad geográfica como en Cataluña.

Desde la perspectiva económica, uno de los interrogantes más angustiantes planteados desde el principio de la pandemia ha sido el relativo a la respuesta de la Unión Europea a la crisis. Las dudas al respecto han sido de tal intensidad que parecían amenazar incluso el futuro de esta comunidad política. A diferencia de lo ocurrido con la depresión de 2008 y a pesar de las evidentes discrepancias Norte (temeroso del despilfarro y partidario de los créditos) / Sur (defensor de los subsidios), la magnitud de las transferencias presupuestarias (hoy todavía no cuantificadas ni en volumen ni forma) pueden reducir notablemente a corto plazo los efectos dramáticos de la recesión. Por un lado, mitigando el impacto entre las personas más vulnerables con ayudas sociales. Por otro, subsidiando a empresas para que puedan superar el período de inactividad manteniendo en la medida de lo posible su estructura básica y puestos de trabajo. El reto y la responsabilidad de los administradores de estos fondos europeos es colosal. El acierto o desatino en sus decisiones marcará el futuro.

Dos visiones: ¿reestructuración o continuidad?

En este contexto, siguen vigentes las dos visiones contrapuestas a las que nos hemos referido en artículos anteriores con relación al análisis de factores de los escenarios post-pandemia. Por una parte, la de quienes defienden, caso del catedrático y ahora ministro, Manuel Castells (6) que la profundidad de la crisis provocará un cambio en la escala de valores en la sociedad. Una transformación que afectaría a personas y organizaciones y consecuentemente a las pautas de consumo a la hora de viajar para tomar una mayor conciencia y aplicar criterios de sostenibilidad en sus tres vertientes medioambientales, sociales y económicas. Y, antagónicamente, la de quienes sostienen justamente lo contrario al entender que los cambios no serán en absoluto tan radicales como intuyen aquellos que “confunden deseos con realidad”, como ha expresado el catedrático José García Montalvo (7).

Lo cierto es que, en relación a la reinterpretación del concepto de bajo coste, en la actual coyuntura surgen diversas cuestiones. Una de ellas es la del rol de los tur operadores. Tras la caída del emblemático Thomas Cook, se anunciaba también el fin de un modelo de comercialización que había sido dominante en los destinos de costa mediterránea. Sin embargo, tras el período de confinamiento drástico vivido en Europa, en la fase actual de reactivación económica se observa cómo estas organizaciones recuperan parte de su valor estratégico. Si en los años 70, su imagen de marca proporcionaban confianza a los turistas que realizaban sus primeros viajes al extranjero sin experiencia previa, en la coyuntura actual les proporciona seguridad y garantías ante la incertidumbre que la Covid genera en las fases de pre-viaje y viaje. Ha ocurrido con TUI y el plan piloto del corredor seguro entre Alemania y Baleares. Turistas procedentes de uno de los mercados emisores más importantes del mundo, donde la crisis económica hasta hoy está afectando de forma limitada, reemprenden su actividad viajera en formatos y estructura de precios similares a los de la era pre-Covid. El Gobierno alemán, además, fue de los primeros en garantizar el rescate de empresas consideradas estratégicas, caso de Lufthansa, a través de fondos públicos.

Otra cuestión relevante en este debate sobre la reinterpretación del bajo coste es la relativa al rol de las compañías que operan bajo este epígrafe, tras romper el esquema del paquete turístico. Decíamos que tras la parálisis de la actividad, son las que se encuentran en mejor posición en la fase de reactivación, pero habrá que ver como superan sus igualmente graves problemas financieros en esta coyuntura tan compleja de contención de una demanda que necesitan masificada. No es descartable que rescaten la estrategia que ya en su día fue exitosa para Ryanair de recurrir (también) a los fondos públicos de destinos (deseosos de recuperar demanda) en formato de promoción turística.

Sea cual sea la realidad (deseada o no) que finalmente se imponga, sí parece cada vez más evidente que ésta será consecuencia del acierto o desacierto de las respuestas que desde la gestión pública se ofrezcan en los próximos meses a los excepcionales retos que la pandemia ha planteado. Son decisivos elementos como el nivel de acierto en el destino, fines y gestión de las transferencias o la capacidad de consensuar sus acciones con los actores implicados. Acciones condenadas al fracaso (o a los designios del azar) si no se parte de una visión estratégica y definición previa de un modelo de territorio, y por lo tanto de destino turístico, concebido para responder a los desafíos que propone este siglo XXI y no el siglo XX.


Referencias

  1. https://www.elperiodico.com/es/opinion/20131230/el-fin-del-bajo-coste-2969769
  2. http://blogs.uoc.edu/economia-empresa/es/efectos-del-covid-19-en-el-turismo-factores-a-considerar/
  3. http://blogs.uoc.edu/economia-empresa/es/efectos-del-covid-19-en-el-turismo-factores-a-considerar-2/
  4. http://blogs.uoc.edu/economia-empresa/es/efectos-de-la-covid-19-en-el-turismo-factores-a-considerar-3/
  5. https://www.vilaweb.cat/noticies/entrevista-pere-suau-sanchez-expert-aerolinies-bitllets-estiu-covid-coronavirus/
  6. https://www.lavanguardia.com/opinion/20200718/482350435164/un-insoportable-parentesis.html
  7. https://www.lavanguardia.com/economia/20200620/481878159436/predicciones-y-deseos.html
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Autor / Autora
Profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Investigador del grupo de investigación en Turismo de la UOC, NOUTUR. Director de Oikonomics, Revista de Economía, Empresa i Sociedad de la UOC. Autor del libro “Turismo justo, globalización y TIC” (2009) y, con Luis de Borja, “El nuevo paradigma de la intermediación turística” (2009).
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