De 1984 a 2019: El control social a través de la tecnología

11 marzo, 2019

Estaba preparando una presentación para las Jornadas Know Tour, que, en esta edición, suponían también un homenaje al gran Oriol Miralbell, cuando me vino a la cabeza el filósofo Byung-Chul Han. Lo descubrí hace un par de años, gracias a Oriol y a alguna nota en prensa.

Este autor ha escrito una breve pero exitosa colección de ensayos acerca de la sociedad, el poder, la autoexigencía, la tecnología, y otros puntos de actualidad. En una de sus últimas obras, «Psicopolítica», descubrí conceptos interesantes como el dataismo, el capitalismo de la emoción, el Quantified Self, y otros tantos.

Es difícil resumir a Han pero se puede hacer una humilde aportación a través de dos vídeos; uno que conocí gracias a la obra anteriormente mencionada, y otro que me aparece constantemente estos días en mi navegación por internet.

Apple y su versión de 1984

El primero es del año 1984. En ese año Apple aprovechó la Super Bowl para, mediante un anuncio que se emitiría esa única vez, presentar sus nuevos ordenadores Macintosh. El célebre anuncio venía a vanagloriar a los ordenadores de la marca de la manzana tratándolos como los libertadores de la dictadura de IBM; la oscuridad de una sociedad autoritaria propia de la gran obra de George Orwell «1984».

«El 24 de enero (de 1984) Apple Computer presentará Macintosh.
y de esta forma verás como 1984 no será como «1984»»

Pues bien, 35 años después, Apple cierra el círculo y tiendo a pensar que nos lo pasa por delante de las narices. El anuncio del nuevo iPhone que está bombardeando nuestras pantallas nos presenta otra vez a ciudadanos uniformados en monos, muy coloridos en este caso.

Ciertamente no están marchando cual presos famélicos pero sí parecen zombis acelerados como los de Guerra Mundial Z. Parecen libres, pero si te fijas bien se juntan por colores y se mueven todos igualmente speedicos en busca de la experiencia constante, el no parar; vive rápido y deja un bonito cadáver. Todo bastante más acelerado que el turismo de masas más o menos controlado de los años 70 y 80.

El ojo que todo lo ve

El control social, mantiene Han, es ahora mucho más inteligente que el propio del autoritarismo Orwelliano. Gracias a la tecnología, a la transparencia con la que ofrecemos nuestra vida en las redes, a la facilidad con que compartimos nuestros pasos y escritos, todo queda registrado y las grandes tecnológicas nos conocen mejor que nosotros mismos.

Incluso la supuestamente alegre canción de Cosmo Sheldrake nos invita a no parar de experimentar extraños planes. Bajo el título Come Along (que a mi me suena más a «come alone», ven solo) te propone que “nunca te preguntes por qué” (minuto y catorce segundos del video musical).

Este conocimiento que promueve la tecnología permite ajustar, anuncian bondadosos, la oferta online a los deseos de los consumidores. Al mismo tiempo, cual influencers todos, nos lanzamos a compartir frenéticos nuestras vacaciones; y si no son los suficientemente glamourosas siempre podemos fantasear un poco.

De hecho ya hay empresas que ofrecen estilos de vida fake a mostrar en tu instagram. Por ejemplo, en Rusia puedes pagar por hacerte fotos en un lujoso jet privado que nunca despegará contigo, maquillaje y ropas elegantes incluidas en el precio. El frenesí consumidor-exhibicionista es así.

Hipérboles y pensamientos filosóficos aparte, fue un placer compartir momentos y conversaciones con Oriol Miralbell. No tengo duda de que estos dos videos nos hubieran dado un buen rato de charla.

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Autor / Autora
Profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Responsable de asignaturas de Turismo y TIC en el Grado en Turismo, y en el Máster en Turismo Sostenible y TIC.
Comentarios
Enric11 marzo, 2019 a las 11:17 am

Un muy buen artículo para reflexionar Pablo. No conocía la obra de este filósofo que mencionas. Muchas gracias.

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quenocheladeaqueldia1 mayo, 2020 a las 6:09 pm

Interesante la comparación de esos dos comerciales. Un mono colorido que recuerda al de los presos de las cárceles, felices ellos, pero corriendo en un mundo en el que solo existen ellos y sus asépticos monos.

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