¿Turismofobia?

24 julio, 2018

TURISMO – Artículo publicado a 24 de Julio de 2018.


Hacia una mejor comprensión de los movimientos de resistencia ante los impactos negativos de la actividad turística en el territorio y sus ciudadanos


Año 2011. La ciudad de Barcelona se convierte en la primera primera ciudad del mundo con certificación ‘Biosphere’ otorgada por el Instituto del Turismo Responsable (ITR), vinculado a la UNESCO, que reconoce una gestión turística responsable y sostenible. Año 2014. A finales de agosto, los vecinos de la Barceloneta se manifiestan (replica de un cañón presidiendo la movilización) con gritos de «La Barceloneta no se vende» y «fuera turismo de borrachera» y con decenas de pancartas en las que se denuncia la proliferación de los pisos turísticos ilegales en el barrio. Año 2018. La compañía Airbnb lanza un nuevo anuncio en el que destaca el mensaje «querer Barcelona es compartirla con el mundo». Este mismo año, dos miembros de la organización juvenil anticapitalista Arran se encadenan en el Parque Güell y lanzan el mensaje «no es turismofobia, es lucha de clases». En medio, una historia de encuentros y desencuentros entre gran parte de la industria turística, la administración y gran parte de los movimientos vecinales (con matices y giros de guión). En todo caso ¿Cómo es posible que la percepción, el conocimiento y el reconocimiento sobre el modelo turístico de la ciudad sean realmente tan distantes? A primera vista, todo hace indicar que necesitamos comprender mejor porque existen estas posiciones tan distantes.

Fuente: El Rotativo Semanal

Quizás un primer paso se dé teniendo en cuenta que las reacciones negativas ante la actividad turística no son nada nuevo. Cuando parte de la industria y algunos actores políticos se alarman ante las crecientes protestas ante el turismo de masas y hablan de «turismofobia» cabría recordar que el turismo, como actividad genuinamente poliédrica y donde el factor humano es central, ha sido alabado, pero también ha sido muy «mal visto» desde sus propios orígenes. Y, para empezar, lo ha sido por parte de los propios turistas, especialmente los pioneros, que desde siempre han rechazado considerarse como tales (con mayor o menor justicia se consideran «viajeros»). En todo caso la conciencia y el posterior análisis sobre los impactos negativos del turismo y las percepciones del malestar por parte de los residentes de los destinos se retrotraen a la propia época dorada del turismo de masas, cuando el geógrafo Richard Butler hizo famoso el concepto de capacidad de carga, indicando la potencial saturación de los destinos cuando el volumen de llegadas se hiciera insostenible. O cuando George Doxey formuló su irridex o índice de irritabilidad de los residentes ante la evolución del turismo en sus pueblos y ciudades. A partir de aquí, una extensa literatura se ha encargado de intentar captar la percepción de los ciudadanos ante el fenómeno turístico observando sus percepciones sobre los impactos económicos, sociales y ambientales, intentando además observarlas para diferentes clústers o agrupaciones de residentes según sus motivos.

Así llegamos a las primeras décadas del presente siglo cuando el turismo se ha convertido en un fenómeno que no solo tiene incidencia en determinados espacios costeros de países «periféricos» (en principio sin prejuicios, siguiendo la terminología de Jean-Marie Miossec) sino que es una actividad que tiene afectaciones (positivas y negativas) para un amplio conjunto de territorios y ciudadanos. Y nos encontramos también como, por un lado, desde la gestión pública y desde la industria se quiere insistir en la necesidad de que ésta sea una actividad «sostenible», hasta el punto de desgastar el propio concepto y convertirlo en ocasiones en una suerte de slogan (otros dirían que es un concepto «imposible» de realizar). Y por otro con una ciudadanía que es consciente de los potenciales beneficios de la actividad, pero también de su posible (y creciente) participación en determinados procesos con potenciales impactos negativos en sus pueblos, ciudades, barrios, así como en su propia convivencia. Una conciencia que se ha desarrollado aún más tras la crisis económica que se inició en 2008 y la creciente emergencia de nuevas oportunidades de negocio basadas en la digitalización y en la denominada economía colaborativa (y muy especialmente en el llamado «capitalismo de plataforma«). Una economía colaborativa que inicialmente despertó muchas esperanzas de suponer una alternativa al capitalismo convencional pero que en los últimos años y dado su crecimiento explosivo (e incontrolado en muchos destinos hasta la fecha) se ha señalado también como corresponsable de diversas externalidades negativas que recaen en parte de la ciudadanía.

La historia del desarrollo turístico en la ciudad de Barcelona en los últimos 25 años ha sido vendida como una historia de éxito, y en gran medida existen algunos indicadores que lo demuestran. No obstante, quizás sea necesario añadir nuevos indicadores para medir de manera más justa cual es el balance de este desarrollo y qué actores se han beneficiado y cuales están soportando costes. Existe por lo tanto la necesidad de comprender cuáles son los impactos positivos del turismo en la sociedad y la economía de la ciudad, pero resulta cada vez más necesario escuchar a estas otras voces que se resisten al crecimiento turístico y denuncian los impactos negativos sobre la sociedad, la economía y la misma economía local. Es debido a esta necesidad que, desde un reciente proyecto interdisciplinar financiado por la UOC, diferentes profesores de diferentes ámbitos (politólogos, urbanistas, tecnólogos, geógrafos, economistas) estamos empezando a analizar las narrativas, discursos y debates de estos movimientos. Entre sus denuncias destaca la necesidad de control, de limitación de la actividad. El decrecimiento es el principal concepto que sobresale en su discurso. Y, volviendo a lo comentado anteriormente, es importante destacar la asociación que establecen entre crecimiento de la oferta turística «colaborativa» con los procesos de especulación inmobiliaria en los barrios de la ciudad. Es por ello por lo que estos movimientos se nutren y asocian a los colectivos de resistencia vecinal ante estos procesos especulativos. También importante resulta su denuncia del impacto ambiental y social de la industria de los cruceros en la ciudad, la precariedad laboral en gran parte del sector más tradicional (sobre todo afectando a las profesionales de la limpieza), o la ocupación del espacio público y las dificultades derivadas para los vecinos en general y para las personas mayores y los discapacitados en particular.

Como uno de los mayores expertos en turismo de nuestro país, José Antonio Donaire, afirmaba «el turismo no es bueno ni es malo, depende» y tal y como él mismo reclamaba, lo que es necesario para empezar es una buena gestión pública de la actividad. Estos movimientos participan cada vez más en las reflexiones sobre el futuro turístico de Barcelona (como sucedió en el reciente Plan Estratégico), pero todavía reclaman que sus denuncias no son atendidas. Entendemos que desde la academia nuestra labor debe ser la de conocer mejor cual es balance real del desarrollo (o control) de la actividad. Y nos parece que, para empezar, es necesario conocer los discursos de la industria y de la administración, pero también de estos movimientos de resistencia. A ello nos vamos a dedicar los próximos meses.

Para acabar, dedicar este post al amigo Oriol Miralbell, que nos dejó este año pero que me ha vuelto a inspirar en su escritura. Con Oriol escribí hace ya tiempo un artículo sobre la artificialización del centro de Barcelona, justo antes de que empezaran a tener más eco las quejas de los vecinos. Miradas expertas y críticas como la suya se echan a faltar».


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Autor / Autora
Doctor en Economía y profesor agregado de los Estudios de Economía y Empresa. Director del Grupo de Investigación NOUTUR (Nuevas Perspectivas en Turismo y Ocio). Sus intereses de investigación se centran en las transformaciones sociales derivadas del desarrollo turístico.
Comentarios
Bianca Larrazabal Greppo8 noviembre, 2022 a las 2:19 am

Un artículo muy interesante, en especial para ampliar mi conocimiento sobre este tema en una de las asignaturas que estoy estudiando.

Muchas gracias por su aporte a este Blog.

Saludos.

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