Incertidumbre, política, COVID-19 y Latinoamérica

20 abril, 2020
Panorámica de Bogotá

Las tensiones políticas y económicas extremas, derivadas de la pandemia causada por el coronavirus SARS-CoV-2 sobre el mundo entero, están más allá de toda duda mientras escribo estas líneas. No obstante, excluyendo esta realidad, la incertidumbre es abrumadora en prácticamente todos los otros frentes del problema. Tal vez baste con decir que no tenemos certeza ni siquiera sobre los parámetros epidemiológicos básicos, necesarios para determinar las políticas de salud pública óptimas para frenar la epidemia. Políticas que tienen que ser a su vez sostenibles en términos sociales y económicos, si queremos que sean realmente efectivas. Estamos guiados por el juicio y la intuición, y por supuesto por la historia. Pero la historia es de limitada utilidad cuando la situación es tan inusual como la presente, y cuando por ende la incertidumbre asociada es el factor dominante.

Políticas económicas en Europa y Estados Unidos

Ante este panorama, se han implementado medidas de distanciamiento social extremas en la mayoría de los lugares afectados por la epidemia, que incluyen cuarentenas y aislamiento de regiones y países enteros, las cuales necesariamente impactan de forma negativa y dramática en las complejas cadenas logísticas de producción y abastecimiento de la sociedad global, y en las no menos complejas cadenas de fondos de capital internacional que las subyacen. Sobre ambas redes descansan en buena medida nuestros estándares de vida modernos, y sin ellas la idea de un estado de bienestar que nos brinde un soporte en épocas de crisis para salir adelante, de una forma que hoy nos parece natural, sería impensable (al menos en su forma actual). Tenemos la esperanza de que entre todas las medidas tomadas, alguna sea efectiva en disminuir el número de reproducción de la epidemia (como parece ser el caso), aun cuando no separamos cuál de las soluciones propuestas es, además de costosa, realmente efectiva.

Banco Central Europeo

Desde la economía, la respuesta de académicos en Europa y Estados Unidos ha sido unánime. Dadas las políticas de salud pública, y su efecto dramático sobre la producción y el consumo, que se percibe como inevitable, se debe actuar rápido y hacer lo que sea que se requiera. Este también ha sido el camino político seguido por el Banco Central Europeo (ECB) y la Reserva Federal (FED), afortunadamente. La idea subyacente es frenar la espiral negativa entre oferta y demanda, sosteniendo la demanda agregada artificialmente, hasta que se pueda dejar actuar a los mercados con relativa normalidad.

Para este fin, es necesario proveer liquidez temporal a las empresas, e incluso dar solvencia a los hogares y a la población más vulnerable. Si se logra mantener la demanda agregada, el efecto negativo de las políticas de salud pública sobre la economía, quedaría confinado a la reducción inicial que opere sobre la oferta, pero sería posible evitar subsecuentes rondas de contracción de la demanda, que harían la crisis aún peor, y más persistente. La forma de financiar el soporte a la demanda por parte del estado es básicamente a través de los bancos centrales. Algunos bancos como el Bank of England  (BoE) directamente financiarán el gasto del gobierno. Otros como el ECB o la FED insistirán en un esquema de relajación cuantitativa (quantitative easing) desarrollado durante la Gran Recesión, en el que se respalda la emisión contra bonos, los cuales pasan a engrosar el balance de los bancos centrales. Este esquema, salvando ciertos tecnicismos, no dista tanto como se podría pensar de la aproximación del BoE, dado lo incierto del horizonte de recompra de tales títulos.

Restricciones de liquidez en Latinoamérica

Si la perspectiva es ardua para Europa y Estados Unidos, la situación es aún más incierta para Latinoamérica. El problema de política en las economías latinoamericanas es, por varios órdenes de magnitud, más complejo que el de las economías desarrolladas, y requiere por tanto de soluciones más creativas. Mientras que en las economías de Europa Occidental y Norte América, la discusión sobre los posibles efectos inflacionarios de una inyección de liquidez a escalas sin precedentes, y sobre la sostenibilidad fiscal de una deuda pública y privada (que, por cierto, ya era históricamente alta desde antes) se han relegado, con razón, a un segundo plano, esas mismas consideraciones no se pueden soslayar, como si nada, en Latinoamérica. De hecho son determinantes.

En pocas palabras, los bancos centrales latinoamericanos no emiten en dólares, en euros o en libras, ni sus agencias fiscales están respaldadas por un banco central que puede endeudarse ilimitadamente en los mercados, sin afectar de forma significativa el coste de esa deuda. Los gobiernos latinoamericanos tienen que considerar, muy a su pesar, dentro la ecuación de política efectos como los temidos sudden stops, o en español, las “paradas repentinas” de fondos de capital internacional, que suelen ocurrir en situaciones de incertidumbre extrema como esta. En otras palabras, para los gobiernos latinoamericanos también son determinantes las restricciones de liquidez global, que en las economías desarrolladas se pueden obviar. Lo cual hace, aún más difícil, enfrentar la coyuntura actual.

De hecho, las paradas repentinas observadas hasta el momento, ya han hecho a algunos economistas acuñar el términos de “la madre de todos los sudden stops”, para referirse a los valores sin precedentes de estos flujos negativos, que han empezado a huir de los mercados emergentes en busca de refugio en inversiones más seguras. Por si esto fuera poco, no solo se trata de las inversiones de cartera dejando las economías latinoamericanas, sino que también los precios de las materias primas que estas exportan han experimentado reducciones dramáticas en los últimos meses, y la debilidad de la demanda mundial traerá consigo la reducción de las remesas familiares, que representan un ingreso regular y muy importante de divisas sólidas para las economías de la región.

La incertidumbre de los mercados latinoamericanos

Básicamente, las recomendaciones de política de “dinero de helicóptero” aplicadas en Europa y EU, deberán por fuerza estar acompañadas en Latinoamérica de un suministro de dólares americanos y euros, lo suficientemente grande como para calmar a los mercados.  No se trata solo de divisas para garantizar el pago de una deuda externa impensable – que igual tendrá que ser renegociada en el futuro en condiciones mucho más favorables, que incluyan reducciones al capital, si no se quiere llegar a impagos generalizados en la región – sino para aplacar la incertidumbre del mercado en los meses venideros. Para este fin, las economías de la región deberán acudir por ejemplo, como lo están haciendo, al financiamiento a través de los Derechos Especiales de Giro del Fondo Monetario Internacional (FMI); los Nuevos Acuerdos de Préstamos, de la misma institución; las líneas de crédito especiales del Banco Mundial, y el Banco Interamericano de Desarrollo; así como a líneas especiales de Swaps en dólares o euros directamente pactadas con el ECB y la FED, o indirectamente través de instituciones como el Bank for International Settlements (BIS) o el mismo FMI. En pocas palabras, el financiamiento privado externo de las economías emergentes tendrá que ser reemplazado, en gran medida, por financiamiento público externo.

Ante todo, los gobiernos en Latinoamérica deben recordar el complejo problema que enfrentan, que es bastante peor que el mismo problema en otras latitudes. Y el mundo recordar que, al igual que para frenar la epidemia original se requieren acciones coordinadas de la población que reduzcan el número de reproducción del virus, frenar la epidemia financiera global requerirá acciones coordinadas a esa misma escala. De lo contrario la recesión global se puede volver endémica.

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Autor / Autora
Doctor en Economía por la Universitat de Barcelona y profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC. Su investigación sobre mercados financieros y mercados de energía incluye el análisis de transmisión de riesgos en mercados de acciones o tipos de cambios, los canales de transmisión de política monetaria y la medición de la incertidumbre y liquidez en el mercado, así como la valoración de activos. Además de la docencia y la investigación, ha sido analista del Departamento de Estabilidad Financiera del Banco Central de Colombia.
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